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lunes, 18 de marzo de 2024

DONDE DIJE DIGO...


 

DONDE DIJE DIGO…

O mejor dicho, amigo Sancho: donde digui digo digui Diego”, que traduciendo todas la palabras al idioma de Don Miguel nos sale el siguiente mandato: “Donde diga digo, ahora diga Diego”, lo que parece a simple vista una hiriente ensalada idiomática con la que los de Pompeu Fabra han dado una irrevocable y contundente orden a los sumisos de Antonio Nebrija, en concreto a los que formalmente se supone gobiernan nuestro reino. Y es que mi admirado Cicerón ya dijo en su Fhilipica quinta (párrafo 14) aquello de “accipietne excusiatonem is, qui quaestioni, graeuli iudicis modo palliati, modo togati” refiriéndose a ese juez que tanto viste el palio como la toga para señalar a quien cambia de opinión según sople el viento. Bien sabes, querido Sancho, que la toga era el hábito nacional romano mientras el “pallium” lo era de los griegos.

 

Al caso viene también eso de “cambiar de chaqueta” cuyo origen dicen que se remonta al color de los uniformes militares allá por los siglos XVII al XIX, con la “Defenestración de Praga” y las guerras calvinistas en las que los católicos franceses llevaban casacas con cruces rojas, y blancas los hugonotes calvinistas. Después los uniformes militares lucían chaquetas azules, rojas, verdes, etc. y, para engañar al enemigo, cambiaban de casaca según conveniencia en acciones de comando y deserción. A pesar de que esta expresión implica necesariamente utilidad, interés, obtener provecho o beneficio, la mala leche del ignorante español extendió su significado hacia una formulación más agresiva, un insulto que se asemeja a la traición con la palabra mordaza “chaquetero”.

 

Recuerda, querido Sancho, que las palabras mordaza son aquellas utilizadas por el necio que, sin argumentos, ataca al rival para silenciarlo cerrando así cualquier posibilidad de debate. Naturalmente no existe posibilidad de intercambio de opiniones cuando uno de los interlocutores manifiesta expresamente su imbecilidad con una de estas palabras, como por ejemplo lo son: facha, fascista, machista, homófobo, racista, etc. La consecuencia es que en la mayoría de las ocasiones el receptor de la palabra mordaza cede ante la agresión verbal, bien por su ignorancia o sencillamente por no malgastar sus energías debatiendo con un necio.

 

Y te cuento esto porque bien sabes que todos tenemos un yo profundo que nos define desde el interior. En la mayoría de las ocasiones ese yo se siente agredido cuando se enfrenta a ideas que contradicen las propias, aunque esas ideas sean mejores, más correctas y contengan más carga de veracidad. Y no me refiero a simples actualizaciones del pensamiento sino a un cambio radical. Abandonar antiguas certezas y modificar el paisaje mental requiere un inmenso esfuerzo. No se hace a capricho o por conveniencia.

Para un individuo resulta más cómodo mantener su mundo interior que admitir cambios con los que corre el riesgo de padecer reproches, burlas, desprecios u hostilidades por parte de sus afines inmediatos, allí donde comparte creencias y se siente cómodo e integrado con los de su entorno. En esos momentos dentro de su fuero interno se movilizan todos los recursos intelectuales a su alcance para combatir la enorme conmoción, el desconcierto, que le genera el hecho de tener que admitir que su estructura ideológica, su manera de ver el mundo, sus creencias o su ideología pueden ser erróneas, falsas, peores o simplemente menos correctas.


Además el hecho de aceptar una tesis contraria a las creencias propias no sólo depende de las pruebas racionales que la acreditan sino que también suele intervenir una fuerte vinculación afectiva, pues el elemento emocional juega un importante papel en la configuración de la personalidad. En estos casos la fe religiosa o la ideología política se constituyen como uno de los mayores obstáculos para realizar un examen sereno de las pruebas que contradicen las  percepciones del sujeto, sus juicios o los prejuicios con los que férreamente se  identifica, a lo que hay que sumar las pasiones y los intereses personales que intervienen de manera definitiva en el uso de la razón. Así, el mediocre se complace y presume de tener un pensamiento pleno y acabado.


Sólo una mente abierta se reconoce a sí misma como incompleta, lo que le permite permanecer en continuo desarrollo, es decir, tiene la capacidad de someter a revisión sus planteamientos y se sitúa por encima de estas cuestiones siendo capaz de evolucionar, de mutar y de asumir sus errores ideológicos, en concreto aquellos que fueran construidos en base a informaciones elementales o subliminales que esconden vanos argumentos o mentiras subyacentes que resultan imperceptibles a primera vista, falsedades que se integraron, sedimentaron y solidificaron como una masa de duro hormigón armado dentro del cerebro. De este modo las mentes más vagas y las más torpes e inocentes se degradan incluso hasta ser víctimas de un fanatismo atroz y absurdo como consecuencia de su vehemente ignorancia. 

Y si miramos el panorama político actual, querido Sancho, debemos convenir en que buena parte de los votantes españoles son un fiel reflejo de lo anteriormente expuesto. Sin ideas lógicas, sin coherencia alguna y sin el más mínimo argumento sólido son capaces de asumir una idea y la contraria al minuto siguiente al son que marca en cada momento el pastor del rebaño, quien indica lo que se debe pensar, lo que se debe decir y cómo se debe actuar, en lugar de someter a un mínimo análisis crítico la situación que vive el país o la última ocurrencia o mentira del dirigente de turno, incluso defendiéndola con ímpetu y con ardiente pasión. - "Son los míos". - Suele decirse en estos casos, o – “Yo no soy un chaquetero” – afirma el necio.

Es de suponer, pero no de afirmar, que se debe excusar a esa parte del rebaño compuesta por quienes consiguieron un buen enchufe, trabajan, viven, parasitan, roban o comen gracias a ser los más fieles y sumisos borregos. Digamos que buscar la supervivencia es algo común en todo ser vivo. Tienen hijos, hipotecas, etc. Sobre el resto no merece la pena gastar una palabra más.

 

"Animus silicis et amissa causa", lo cual quiere decir: cerebro de pedernal y causa perdida.

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jueves, 14 de septiembre de 2023

ADIÓS MI ESPAÑA QUERIDA

 


QUÉ LEJOS TE VAS QUEDANDO, ESPAÑA DE MI QUERER

 

Amigo Sancho, hoy te hablaré de algunas cuestiones que siempre ocultaron en colegios, institutos y universidades, algo que resulta incomprensible, quizás por no ser de mérito plausible o difícil de entender, vete a saber. Quizás si no las hubieran escondido hoy cantarían otros gallos en nuestro reino y, aunque sus gritos sean proferidos desde gargantas quebradas y desentonadas, suelen ser más amenos en el amanecer que los rebuznos y gruñidos de algunos lerdos. Fíjate, sin más:

 

1) En tan sólo un siglo, tras desembarcar Colón, los españoles fundamos más de setecientas ciudades en América. Más o menos una media de una nueva ciudad cada dos meses.

2) Muchas de las grandes ciudades de Estados Unidos fueron fundadas por españoles: Los Ángeles, San Antonio, San Diego, San José, San Francisco, El Paso,  Memphis, etc.

3) Cuarenta y seis  años después de la llegada de Colón, ya estábamos fundando universidades, especialmente para indígenas, y confeccionamos una estructura administrativa y comercial que permitió al Gran Perú, Cuba, Filipinas o Argentina ser los territorios más ricos del mundo durante más de dos siglos. Nuestra moneda, el Real de a ocho, fue la moneda del comercio mundial durante tres siglos, permaneciendo oficial incluso en EEUU hasta mediados del siglo XIX.

4) En 1533, ya habíamos fundado el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco destinado principalmente a los indígenas, que conservan sus idiomas gracias a los frailes españoles quienes acopiaron y ordenaron su gramática. Y ello un siglo antes de que los ingleses fundaran en Norteamérica la primera universidad… aunque, eso sí, sólo y exclusivamente para ingleses pues consideraban que los indígenas eran animales.

5) Dos tercios del territorio de EEUU era español pero los separatistas mejicanos, una vez desunidos, lo vendieron a los estadounidenses por cuatro perras o bien se lo dejaron conquistar cuando aquellos criollos, poderosos industriales burgueses, traicionaron a su patria para repartirse el botín de los impuestos. Curiosamente hoy los llaman "libertadores". El resultado de su liberación es evidente, basta con observar el nivel de vida que ostentan en sus artificiosos países.

6) El jefe apache Gerónimo era descendiente de apaches españoles quienes mantenían un convenio con la corona que les garantizaba una amplia autonomía, al igual que el resto de tribus. Gerónimo era español y hablaba español. Se rebeló contra los EEUU por el genocidio que llevaban a cabo contra su pueblo, una vez fueron vendidos por los separatistas mejicanos de la época, lo mismo que hicieron con el resto de indígenas.

7) Al sur del Río Bravo, el 88% de la población actual de Méjico desciende de los antiguos pobladores americanos. Al norte del Río Bravo, sólo el 1,7% de la población estadounidense tiene ascendientes indios.

8) El Reino de España abarcaba territorios en los cinco continentes (Europa, América, Asia, África y Oceanía). España alcanzó su máxima expansión territorial, unos treinta y un millones y medio de kilómetros cuadrados, entre los años 1580 a 1640. Todo era España y sus habitantes españoles.

9) Más de quinientos millones de hispanohablantes y un planeta abierto e intercomunicado por primera vez para la raza humana es la herencia que dejó España, con un dominio sobre sus pobladores mucho más respetuoso y humano que el de cualquier otro país de su tiempo o cualquier imperio de la Historia.

10) Y es que debemos situar nuestra perspectiva en la propia visión de la época para emitir juicios justos, y por ello debemos convenir en que hubo miles de energúmenos, patanes, rufianes, opresores, ladrones y bandidos en la España no peninsular cuyos descendientes hoy farfullan contra la patria de sus antepasados. Y nos acusan a los españoles de hoy de los crímenes que llevaron a cabo sus propios abuelos. Los nuestros se quedaron aquí, y entre ellos también hubieron multitudes de energúmenos y gentuza de la misma calaña, o peor. A ciencia cierta que los sigue habiendo en la España actual en mayor número. Todos los españoles de ambos hemisferios (como dice la Constitución de 1812) sufrieron las consecuencias de vivir en esos siglos.

Y ese expolio por el que tanto "ilustrado, ilustrada, ilustrade e incluso ilustradu" rebuzna, no era otro que el 20% de impuestos para la corona más el 10% (diezmo) para la Iglesia, exactamente lo mismo que pagaban los españoles de la península.

Hoy pagamos en total, sumando impuestos directos e indirectos, en torno al 60% de nuestra renta y, como no tienen suficiente, nos endeudan más y más. Con ese dinero financiamos a los delincuentes puigdemones y demás separatistas, a los etarras, a esas petardas que con sus pétreos rostros se llaman a sí mismas feministas y a los ecolojetas y demás parásitos, que haberlos hay los en extrema abundancia. Y para colmo quizás pagaremos la independencia de esa magnífica tierra española que es Cataluña. Pero lo más curioso es que todo eso lo quiere y lo desea media España. Sí, querido Sancho: lo quiere media España.

Y no. No son los partidos políticos los responsables originarios de lo que sucede, su función es materializar los deseos de quienes los votan aunque muchos de esos votantes escandalizados y avergonzados después lo pretendan negar o se arrepientan con la boca pequeña o hagan la vista gorda… - yo no lo quise – yo no lo sabía - dirán fingiendo un falso bochorno, como hiciera Indalecio Prieto, con sus declaraciones en el Círculo Cultural Pablo Iglesias (Méjico, 1942) después de trescientos mil muertos: “Me declaro culpable ante mi conciencia y ante España entera de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria”.

 

En definitiva, en nuestro reino las urnas son acta ante la sociedad de lo que cada cual hace y es, no de lo que dice. Como dijo Alberti: "las palabras entonces no sirven, son palabras".

Nos joden, nos chulean y encima les pagamos. Ni hay pan para tanto chorizo, ni cabe un tonto más en lo que queda de España... o sí.

Por cierto: la amnistía no es un perdón. El perdón es omitir el reproche a quien comete un acto dañino, pero quedando constancia de que ese acto dañino existe. La amnistía es el reconocimiento de que no hubo acto dañino alguno, que los delincuentes tenían razón, que sus actos eran nobles y a pesar de ello se les condenó injustamente ¿Pero qué puede esperarse de actitudes sectáreas?

lunes, 24 de abril de 2023

EL TUNAR: HONOR Y DIGNIDAD


 

EL TUNAR: HONOR Y DIGNIDAD.

 

Amigo Sancho, hoy te hablaré de una honorable institución que agoniza en nuestro reino a la cual yo pertenecí y pertenezco en calidad de hermano mayor en estado de reserva, al igual que pertenecen todos los que un día fueron caballeros de tan excelsa y distinguida Hermandad. No voy a entrar en las causas de dicha agonía pues sólo con mirar de soslayo a la sociedad de mi época se explica fácilmente tal circunstancia. Pero sí voy a contarte algo sobre la tradición de aquellos estudiantes que D. Alonso y tú pudisteis observar y a los que D. Miguel refirió en más de uno de sus escritos. Comienzo sin más.

 

A principios del siglo XVII, en su entremés “¿Quién hallara mujer fuerte?” nos dijo Calderón de la Barca:            

               Si verdad le cuento

aunque siempre vengo y voy,

no sé de dónde voy ni vengo,

que es lo que en frase escolar

se llama “tunar”.

 

Pero esto, querido Sancho, se hunde en tiempos mucho más antiguos incluso que los tuyos. Observa:


“Titulo XXXI. De los estudios en que se aprenden los saberes et de los maestros et de los escolares.

Ley seys como los maestros et los escolares pueden fazer ayuntamiento et hermandad entre si et escoger uno que los castigue.

Ayuntamiento et cofradias de muchos onbres defendieron los sabios antigos que no se fiziesen en las villas nin en los reynos porque dello se leuanta mas mal que bien pero tenemos por derecho que los maestros et los escolares puedan esto fazer en estudio general porque ellos se ayuntan con entençion de fazer bien et son estraños et de logares departidos onde conuiene que se ayunten todos a derecho quando les fuere menester en las cosas que fueren a pro de sus estudios et a anparança de si mismos et de lo suyo. Otrosi pueden establesçer de si mismos un mayoral sobre todos que llaman leedor del estudio al qual obedescan en las cosas conuenibles et guisadas et derechas et el lector deue castigar et apremiar a los escolares que no leuanten vandos nin peleas con los onbres de los logares do fueren los escolares nin entresi mismos e que se guarden en todas guisas que no fagan desonrra nin tuerto ninguno et defender les que no anden de noche. Mas que finquen sosegados en sus posadas et que punen de estudiar et de aprender et de fazer vida onesta et buena: ca los estudios para esto fueron establesçidos et no para andar de noche nin de dia armados trabajándose de pelear et de fazer otra locura o maldades et daño de si et estoruo de los logares et si contra esto fiziesen estonçes el nuestro iuez los deue castigar et de endereçar que se quiten de mal et fagan bien.” (Partidas, Alfonso X).

 

Su majestad, Alfonso X, dio los primeros Fueros Universitarios en el año 1254. Esta forma de legislar para los estudiantes y sobre los estudiantes, única en el mundo, se extendió durante siglos a todas las universidades españolas y estuvo vigente hasta finales del siglo XVIII. Los Fueros Universitarios concedían a los estudiantes privilegios para practicar la mendicidad y escudillar ollas ajenas en los largos caminos de ida y vuelta, desde la universidad a sus lugares de origen, permitiéndoles además cantar y formar algazaras por calles y caminos, algo que generalmente solían prohibir alcaldes, gobernadores y demás autoridades…

 

Algunos textos del siglo XVI nos hablan de varios tipos de estudiantes:

 

Por un lado “los colegiales”, como aquella casta privilegiada por tener abrigo, casa y comida durante sus estudios y un porvenir más o menos asegurado.

 

Por otro lado estaban “los sopistas también llamados capigorrones”: que no eran otros que aquellos estudiantes que andaban de capa y gorra para sobrevivir o poder hacer vida algo más ociosa y “desta suerte entremeterse a comer sin hacer gasto”. A mano siempre llevaban su propia cuchara y su tenedor, prestos para abordar mesas ajenas. Y sopistas eran llamados especialmente cuando sin otro recurso acudían a la sopa boba que por caridad repartían los conventos.

 

A estos estudiantes humildes la necesidad y el hambre les obligaban a agudizar el ingenio. Era necesario desplegar todos los recursos de la imaginación, todas las astucias que la inspiración pudiera invocar. Había que poner en práctica toda la picaresca y toda la truhanería que de unos a otros se heredaban y, sin lugar a dudas, lo que más resultado dio fue amenizar a las gentes con músicas y coplas, músicas que no sólo daban sustento y consuelo a la andorga, sino que también algún que otro favorcillo y entendimientos con mozas debieron otorgar.

 

Y en los largos viajes a pie entre la universidad y sus hogares, viajes que duraban días o semanas, incluso meses para aquellos que, simplemente, no tenían morada a la que regresar, sopistas y capigorrones, muchos de ellos formando pandilla por aquello de ayudarse mutuamente en la adversidad,  corrían los caminos yendo de villa en villa a ganarse el chusco.

 

Unos cantaban o recitaban poesías en las calles o en la salida de las misas, otros hacían juegos de naipes, de dados y adivinaciones, otros tocaban la vihuela, la cítara, el laúd, alcanzando así algún bastimento de los aldeanos por una sesión de músicas y coplas y otras amenidades del más variado gusto.

 

A aquello lo llamaron “tunar” o “correr la tuna”. Y todos los de la villa los reconocían por llevar la indumentaria reglamentaria, o hábito escolar, comenzando a llamarlos desde entonces “tunantes” o simplemente “tunos”, los que corrían la tuna, “los de la tuna”. Bien es cierto, querido Sancho, que existen varias teorías sobre la procedencia del nombre mas debemos convenir en que nada cierto hay sobre el vocablo.

 

Unos dicen que el rey de los mendigos franceses, un gitano tunecino al que apodaban “Roi de Thunes” dio el nombre de “Tune” a los hospicios de los mendigos, hospicios donde solicitaban albergue los antiguos estudiantes. Cuanto menos perpleja e irrisoria afirmación. Otros dicen que procede del latín: “tonus, tonare” y de ahí tunar. Y otros afirman que estamos relacionados con el atún, pez que no tiene patria ni domicilio constante, y que al igual que tan provechoso animal marino, somos atunes de tierra, sin patria fija, sin domicilio constante conocido. Pienso que atún será quien afirma tal cuestión, querido Sancho.

 

Con la derogación de los Fueros Universitarios desaparecieron aquellos privilegios para cantar y mendigar por las calles, y con la aparición del ferrocarril en el siglo XIX, los estudiantes de la época comenzaron a abandonar la costumbre de correr la tuna. No obstante, aquella escuela musical y de vida, repleta de ingenio y de menesteres propios de la singularidad estudiantil española no llegó a desaparecer del todo. Tampoco los lugareños, ni la población en general, olvidaron la alegría y el colorido proporcionados por la estudiantina universitaria y continuaban expectantes para recibirlos en sus villas, especialmente algunas mozas.

 

Sin embargo nuestros antecesores de ese siglo decimonónico decidieron continuar la tradición, ahora respaldados por las propias universidades sabedoras de la importante merma que produjo la desaparición de los fueros universitarios con aquella obsesión de acabar con todo lo que se relacionara con el "Antiguo Régimen". Así cada universidad creaba, amparaba y fomentaba su tuna, después cada facultad hizo lo propio, definiéndose la Tuna como:

 

“Aquel yuntamiento que es fecho d´escolares trovadores por haber mantenencias, andar las tierras e servir a las dueñas dellas con cortesía. Ansímesmo, es escuela de vida, palestra de ingenios, urdidora de ensueños, crisol de amigos nuevos e probanza de los antiguos, fontana de alegrías e honra de las Españas”.

 

No sé quién concretó esta definición pero hay que reconocer, querido Sancho, que es la más aproximada a la realidad. Y siendo magnánimos dejemos de un lado la definición de “tunar” que propone la Real Academia Española de la Lengua aunque, conociendo a algunos de sus académicos, en absoluto resulta de extrañar. Seguro que ninguno de tan ilustres personajes ejerció magistratura alguna en tan venerable institución. Pobres individuos, individuas e individues que, en su día, también fueron estudiantes, estudiantas o lo que fueran, junto a tanto ignorante titulado y no titulado que aposenta su tafanario en los sillones de nuestras corporaciones universitarias y políticas.

 

Decirte por último, amigo Sancho, que las universidades siempre hicieron gala de sus tunas: caballeros universitarios que representaban a su Facultad o a su Universidad, pero también tunos que mantenían vivo ese espíritu ancestral y que seguían, a su modo, corriendo la tuna para su sustento, para conseguir mejor mantenencia o para obtener favor en cualquier ámbito de la vida, con su música, con su ingenio y con su saber estar ante todo tipo de personalidades y situaciones. Doy fe que mi tuna, la TUNA DEL DISTRITO UNIVERSITARIO DE GRANADA siempre fue fiel ejemplo de ello.